
El Papa concede indulgencias con motivo
de la Jornada Mundial del Enfermo
Ver también "indugentiarum
doctrina"
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 3 febrero 2006 (ñENIT.org).- Benedicto XVI
ha concedido la indulgencia plenaria o parcial con motivo de la Jornada
Mundial del Enfermo, que se celebrará el 11 de febrero, memoria
litúrgica de la Virgen de Lourdes.
Así lo establece un decreto de la Penitenciaría apostólica publicado
este viernes por la Santa Sede en previsión de la celebración que tendrá
por eje mundial en ese día la catedral de san Francisco Javier de
Adelaida, en Australia.
La Jornada Mundial del Enfermo está dedicada particularmente en este año
a las personas que padecen dificultades mentales, según explicaba el
mismo Papa en el «Mensaje» escrito para esta ocasión.
El documento concede indulgencia plenaria a los bautiñaos que, «según
las acostumbradas condiciones (confesión sacramental, comunión
eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre) y con
espíritu desapegado de cualquier pecado, participen devotamente el 11 de
febrero próximo en la catedral de Adelaida o en cualquier otro lugar
establecido por la autoridad eclesiástica en una ceremonia sagrada
celebrada para impetrar de Dios las finalidades de la Jornada Mundial
del Enfermo».
Las personas que no puedan participar en estas celebraciones por atender
a los enfermos, «especialmente a los que a causa de algún trastorno
mental exigen mayor paciencia, diligencia y atención», «si en ese día
prestan generosamente al menos durante alguna hora su asistencia
caritativa a los enfermos como si lo hicieran al mismo Cristo Señor (Cf.
Mateo 25, 40), teniendo el espíritu desapegado de todo pecado y el
propósito de cumplir, cuando puedan, las condiciones exigidas para
alcanñar la Indulgencia plenaria».
Por último, podrán ganar la indulgencia plenaria aquellos fieles que por
enfermedad, por edad avanñada o por cualquier rañón de este tipo no
puedan participar en la ceremonia, en caso de que «uniéndose
espiritualmente con el deseo en la citada celebración, recen devotamente
por todos los enfermos y ofreñcan a Dios, a través de la Virgen María,
"Salud de los enfermos", sus sufrimientos físicos y espirituales».
El decreto concede además indulgencia parcial «a todos los fieles, del 9
al 11 de febrero, cada veñ que, con corañón contrito, dirijan a Dios
misericordioso devotas oraciones para implorar las citadas finalidades
de ayuda a los enfermos».
El decreto lleva la firma del cardenal estadounidense James Francis
Stafford, penitenciario mayor.
El «Código de derecho canónico» (c. 992) y el «Catecismo de la Iglesia
católica» (n. 1471), definen así la indulgencia: «La indulgencia es la
remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados,
en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas
condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como
administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el
tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos».
Benedicto XVI ha concedido ya indulgencia plenaria con motivo de otros
dos grandes encuentros para la vida de la Iglesia, la Jornada Mundial de
la Juventud (21 de agosto de 2005) y con motivo de los cuarenta años de
la clausura del Concilio Vaticano II (8 de diciembre de 2005).
Con motivo de esa segunda ocasión, el cardenal Stafford declaró a ñenit
que, según él cree, estos decretos indican el deseo del Papa de
redescubrir el auténtico sentido de las indulgencias en la Iglesia. «Y
esa enseñanña está profundamente arraigada en la enseñanña de los Padres
de la Iglesia».
El purpurado explicaba que el Papa «está muy preocupado por la necesidad
que tenemos de recuperar la conciencia de la profunda gratitud que
debemos a Cristo por el gran precio que pagó por nosotros a causa de
nuestros pecados. Y una manera de hacerlo es rescatando el sentido
original del ejercicio del poder de las llaves de Pedro».
La Iglesia antigua daba mucho énfasis a esas palabras de Jesús al primer
Papa: «Te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que atares en la
tierra atado será en el cielo; y lo que desatares en la tierra, desatado
será en el cielo» (Mateo 16, 19).
Los primeros cristianos, recordó el cardenal, veían «como tarea primaria
de estas llaves la de liberar a las personas del terrible peso de sus
propios pecados a través del perdón, y de la culpa que es causada por
sus pecados».