EL MILAGRO QUE POSIBILITÓ LA BEATIFICACIÓN
DE LOS PASTORCITOS DE FÁTIMA.
Ver también:
Beatos
Francisco y Jacinta
Los venerables Servidores de Dios Francisco y
Jacinta Marto fueron beatificados el día 13 de mayo de 2000, en Fátima.
El l3 de mayo de 1989 habían sido declarados venerables por la
promulgación del decreto de heroicidad de sus virtudes. Ese día,
la Santa Iglesia aprobaba su veneración privada. Para su beatificación,
es decir, para el permiso – con todo limitado a ciertos lugares- de su
culto público, el derecho canónico exige que sea científicamente
probado un milagro obtenido por su intercesión.
Después de un examen minucioso de María Emilia Santos, realizado en
Roma bajo la dirección de los Profesores Macchiarelli, Romanini y
Santoro, por unanimidad, la cura de esta mujer fue reconocida como
inexplicable por la medicina, en la reunión del Consejo Médico
de la Sagrada Congregación para la Causa de los Santos, presidida por el
Profesor Rafael Cortesini y realizada el 28 de enero de 1999. El caso
fue seguidamente sometido a examen por los consultores teológicos, el 7
de mayo de 1999, y después a la opinión de los cardenales y obispos de
esa misma Congregación, en sesión ordinaria del 22 de junio de 1999. Finalmente,
el decreto de esta S. Congregación reconociendo la cura de María
Emilia Santos como milagro de Dios obtenido por la intercesión de los
dos pastorcitos de Fátima, fue promulgado por orden del Santo Padre, el
28 de junio de 1999.Este decreto posibilitó la beatificación de los
dos niños que, de este modo, se convierten en los bienaventurados más
jóvenes de la historia de la Iglesia. Este título pertenecía
anteriormente a Santo Domingo Savio, que murió poco antes de cumplir
los quince años.
“Toda la gente me decía que no había ningún hombre sobre la tierra
que me hiciese andar, pero fue Dios que me curó por medio de Jacintita,
de Nuestra Señora y de Francisquito” Es con estas palabras que María
Emilia Santos, natural de la ciudad de Leiría, confirma el milagro con
que fue gratificada. Ella sólo tenía l6 años cuando, en octubre de
l946, fue internada por una enfermedad que al principio parecía ser una
gripe de fiebres altas. Después de dos meses de permanencia en el
hospital, le dijeron que debía haber sido una fiebre reumática. Nunca
más se sintió bien y trabajaba con dificultad.
Dos años más tarde, sintió un dolor muy fuerte en las piernas que le
impedía caminar. Estuvo l7 meses en el hospital de Leiría y, de
ahí, fue transferida al Sanatorio de Outao, en el cual iría a
permanecer más de 28 meses. Fue operada de la columna y de las rodillas
y regresó a casa sin ninguna mejoría. Pasaron 10 años durante los
cuales fue empeorando. Cuando ya ni siquiera conseguía arrastrarse, ni
soportar los dolores, la llevaron a un ortopedista que la quiso
internar inmediatamente en Coimbra o Lisboa.
A
esta altura, ella ya estaba bastante harta de médicos y de hospitales,
dijo que no, pero como pasados ocho días el mal se agravó, tuvo que
ser internada de urgencia en el Hospital de la Universidad de Coimbra.
Fue sometida a una nueva operación en la columna que agravó el cuadro
clínico. Quedó parapléjica. En vista del fracaso, es transferida al
Centro de Alcoitao donde, por medio de ejercicios, consigue
recuperar el movimiento de las manos. Le dicen que su problema no tiene
cura, y regresa a casa.
A consecuencia de un síntoma febril, es internada una vez más en el
Hospital de Leiría el día 8 de enero de 1978, en los servicios médicos
donde permanece seis años. Después es transferida al Hogar de San
Francisco. A partir de ahí y hasta 1987 no consultó ningún médico,
ni tomó ningún medicamento especial, apenas analgésicos cuando los
dolores eran muy intensos. Estaba siempre echada de costado en la
cama, con total insensibilidad de la cintura para abajo. Sólo
conseguía mover las manos y la cabeza. Rezaba, cantaba y lloraba, pero el desánimo, los dolores y la gran dificultad de
aceptar su situación la llevaron, como ella misma reconoce, a
fastidiarse y protestar con aquellos que la servían y sólo le querían
hacer bien.
Un día la llevaron en ambulancia (con gran dificultad debido a
los dolores que padecía especialmente cuando la movían) a hacer un
retiro para enfermos, en Fátima. Fue entonces que comenzó a tener gran
devoción por los pastorcitos y a hacerles novenas constantemente.
Acababa una novena y dos o tres días después comenzaba otra. Así fue
hasta el día 25 de marzo de 1987. En su cuarto, después de rezar el
rosario y la novena dijo: “Jacintita, ya falta sólo un día para
acabar una novena más y todavía nada...” De repente comenzó a
sentir un hormigueo en los pies y un calor fuerte que la asustaron. Por
estar totalmente insensible de la cintura para abajo, dudó si estaría
ahora quedando también sin juicio. Pero el hormigueo y el calor
aumentaban y oyó entonces una voz de niño que le decía: “Siéntate
que tú puedes”. Pero precisó oír estas palabras una segunda y una
tercera vez para, en un impulso, arrojar hacia un lado el cobertor y
sentarse en la cama.
Pasado el primer momento de confusión, pensó entonces que al día
siguiente nadie iba a creerle si ella decía que se había sentado sola,
ya que hasta esa mañana se había hartado de gritar a causa de los
dolores cuando habían ido a lavarla. Se acordó de llamar a la
encargada. Tocó la campanilla y llamó, pero, según parece, no conseguía
hablar bien.. Por eso cuando la empleada llegó al cuarto, que estaba a
oscuras, y le preguntó qué quería, ella tuvo que pedir varias veces
que le encendiese la luz. Cuando finalmente la luz brilló, la empleada,
espantada, comenzó a gritar al verla sentada en la cama. Fueron a
llamar a la Señora Directora y otras señoras usuarias para que todas
la viesen. Hubo una gran excitación en todo el Hogar.
Después de este acontecimiento, pasó a utilizar una silla de ruedas,
pero continuó pidiendo a los pastorcitos que la ayudasen a ponerse de
pie. El día 20 de febrero de l989, aniversario de la muerte de Jacinta,
le rezó así:
“Si hoy me hicieras caminar, seré la mujer más feliz del mundo” En
ese mismo instante, se levantó de la silla de ruedas, probó a
flexionar las rodillas, no sintió ningún dolor y comenzó a caminar.
Hoy, pasados más de diez años, continúa moviéndose sin dificultad y
puede hacer una vida normal.
Padre Fabrice Delestre
Lisboa, Portugal
Nota: Artículo
compuesto a partir del Decreto de la Sagrada Congregación para la Causa
de los Santos del 28 de junio de 1999, y de un artículo más
pormenorizado del Padre Luis Cóndor, Vice-Postulador de la Causa para
la beatificación de los niños, publicado en el Semanario Católico
Portugués “ A Ordem “ del 3 de junio de 1999.