
"La
transfiguración invita dirigir la mirada al cielo" 
S.S. Benedicto XVI
5 de agosto de 2007
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Queridos hermanos y hermanas:
En este XVIII domingo del tiempo ordinario, la palabra de Dios nos
estimula a reflexionar sobre cómo debe ser nuestra relación con los
bienes materiales. La riqueza, aun siendo en sí un bien, no se debe
considerar un bien absoluto. Sobre todo, no garantiza la salvación;
más aún, podría incluso ponerla seriamente en peligro. En la página
evangélica de hoy, Jesús pone en guardia a sus discípulos
precisamente contra este riesgo. Es sabiduría y virtud no apegar el
corazón a los bienes de este mundo, porque todo pasa, todo puede
terminar bruscamente. Para los cristianos, el verdadero tesoro que
debemos buscar sin cesar se halla en las "cosas de arriba, donde
está Cristo sentado a la diestra de Dios". Nos lo recuerda hoy san
Pablo en la carta a los Colosenses, añadiendo que nuestra vida "está
oculta con Cristo en Dios" (Col 3, 1-3).
La solemnidad de la Transfiguración del Señor, que celebraremos
mañana, nos invita a dirigir la mirada "a las alturas", al cielo. En
la narración evangélica de la Transfiguración en el monte, se nos da
un signo premonitorio, que nos permite vislumbrar de modo fugaz el
reino de los santos, donde también nosotros, al final de nuestra
existencia terrena, podremos ser partícipes de la gloria de Cristo,
que será completa, total y definitiva. Entonces todo el universo
quedará transfigurado y se cumplirá finalmente el designio divino de
la salvación.
El día de la solemnidad de la Transfiguración está unido al recuerdo
de mi venerado predecesor el siervo de Dios Pablo VI, que
precisamente aquí, en Castel Gandolfo, en 1978, completó su misión y
fue llamado a entrar en la casa del Padre celestial. Que su recuerdo
sea una invitación a mirar hacia lo alto y a servir fielmente al
Señor y a la Iglesia, como hizo él en años difíciles del siglo
pasado.
Que nos obtenga esta gracia la Virgen María, a quien hoy recordamos
particularmente celebrando la memoria litúrgica de la Dedicación de
la basílica de Santa María la Mayor. Como es sabido, esta es la
primera basílica de Occidente construida en honor de María y
reedificada en el año 432 por el Papa Sixto III para celebrar la
maternidad divina de la Virgen, dogma que había sido proclamado
solemnemente por el concilio ecuménico de Éfeso el año precedente.
La Virgen, que participó en el misterio de Cristo más que ninguna
otra criatura, nos sostenga en nuestro camino de fe para que, como
la liturgia nos invita a orar hoy, "al trabajar con nuestras fuerzas
para subyugar la tierra, no nos dejemos dominar por la avaricia y el
egoísmo, sino que busquemos siempre lo que vale delante de Dios"
(cf. Oración colecta).
[Después de la plegaria mariana, el Santo Padre recordó con estima
la ilustre figura del Patriarca Teoctist, de la Iglesia ortodoxa
rumana, que falleció hace pocos días. Seguidamente, saludó a los
fieles y peregrinos presentes en francés, inglés, alemán, español,
polaco e italiano. En español dijo: ]
Saludo cordialmente a los visitantes de lengua española que
participan en esta oración mariana del Ángelus. Queridos hermanos,
el Evangelio de hoy nos invita a saber administrar los bienes
evitando toda clase de codicia. Así podremos compartirlos con
nuestros hermanos, especialmente con los más necesitados. Que la
Virgen María os acompañe siempre en vuestra vida.