El sacrificio eucarístico de
la Misa es, ante todo, la acción de Cristo (IGMR
11)1 y del pueblo de
Dios por medio de la cual “los hombres tributan
al Padre, adorándolo por medio de Cristo, Hijo
de Dios en el Espíritu Santo” (IGMR 16), y los
fieles se unen a Cristo en acción de gracias y
“el reconocimiento de las grandezas de Dios” (IGMR
78). La Misa es el "sacramento de unidad" (IGMR
91-92) en el que los fieles son nutridos de la
Mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de
Cristo (IGMR 28)2.
Esta unidad se expresa sobre todo en la postura
común, (IGMR 42)3,
en el canto comunitario (IGMR 47)4,
en un silencio reverente (IGMR 45, 56)5,
y compartiendo el único pan y único cáliz (IGMR
83, 321). El supone que la liturgia dominical y
de los días festivos ha de ser celebrada con
cantos (IGMR 40, 115)6,
con un líder de canto, con uno o dos lectores (IGMR
109)7, y con otros
ministros laicos asistentes (IGMR 115). Se
supone también que todos los comulgantes
presentes en la Misa, el sacerdote celebrante,
el diácono, los otros ministros y todos en la
asamblea, comulgarán del pan y del vino
consagrados durante esa misma Misa (IGMR 85,
281, 321)8, al igual que lo hace el
sacerdote celebrante (IGMR 85, 243). Los libros
litúrgicos, sobre todo los que utilizan el
sacerdote celebrante, el diácono, y los
ministros deben ser bonitos y apropiados a la
celebración (IGMR 349)9 en lugar de
ser hojas desechables o folletos.
Los principios fundamentales que explican el
propósito de las distintas partes de la Misa se
hallan en el Capítulo II (IGMR 27-90); y este
capítulo provee la base para las normas más
detalladas que se encuentran en el Capítulo IV (IGMR
112-287). Los Capítulos V (IGMR 288-318) y VI (IGMR
319-351) presentan también los principios
generales relativos al orden de los muebles en
la Iglesia y los requisitos para celebrar la
Misa.
Las rúbricas del Misal Romano suponen que
la celebración de la Misa tendrá lugar en una
iglesia (IGMR 288)10 con un altar
independiente (IGMR 299)11, un ambón
para la proclamación de la Palabra de Dios (IGMR
309)12, y una sede presidencial
utilizada por el sacerdote durante ciertos
momentos de la celebración litúrgica (IGMR 310)13.
Aunque el tabernáculo puede hallarse en el
santuario (IGMR 315b)14, todas las
rúbricas suponen que estará colocado en una
capilla separada puesto que las rúbricas no
hacen ninguna referencia al tabernáculo cuando
describen las acciones del sacerdote y los otros
ministros asistentes durante la Misa. Sin
embargo, si el tabernáculo se halla en el
santuario, el sacerdote celebrante y todos los
ministros asistentes hacen una genuflexión a la
Eucaristía reservada en el tabernáculo solamente
al entrar (al comenzar la Misa) y al salir (al
terminar la Misa). Nadie debe hacer
genuflexiones adicionales durante la celebración
de la Misa (IGMR 274)15.
- Preparativos
- Antes de que comience
la procesión de entrada, se cubre el
altar al menos con un mantel blanco (IGMR
304)16; se ponen cirios
encendidos cerca de o sobre el altar (IGMR
117, 307)17; el
Leccionario debe estar ya colocado
en el ambón (IGMR 118b); el Misal
Romano debe estar ya cerca de la
sede presidencial (IGMR 118a); y “el
cáliz, el corporal, el purificador, la
palia, si se usa, la patena y los
copones, si son necesarios; el pan para
la comunión del sacerdote que preside,
del diácono, de los ministros y del
pueblo; las vinajeras con el vino y el
agua, a no ser que todo lo vayan a
ofrecer los fieles al momento del
ofertorio; el vaso para la bendición del
agua si se lleva a cabo la aspersión; la
patena, para la comunión de los fieles,
y lo necesario para la ablución de las
manos” (IGMR 118c).
- El cáliz puede ser
cubierto con un velo si lo desean (118c)18.
En otra parte de la iglesia, deben poner
el pan y el vino que serán llevados en
la procesión durante la presentación de
las ofrendas.
- El Evangeliario19
puede ser colocado en el altar (antes de
la celebración) o llevado en la
procesión de entrada por el diácono,
cuando esté presente, o, en su ausencia,
por un lector (IGMR 117)20.
“Obsérvese la moderación en la
ornamentación del altar” (IGMR 306),
incluyendo flores (IGMR 305)21,
debe estar puesto en o sobre el altar.
Si la bendición y el rocío con agua
tienen lugar, la vasija con el agua y el
aspersor deben hallarse en el santuario
en un lugar conveniente (118c).
- Los Ritos Iniciales
- Durante la procesión
de entrada, si se usa el incienso, el
portador del incienso va delante; detrás
de él va el portador de la cruz entre
dos ministros laicos con cirios
encendidos; detrás van los lectores
seguidos por el diácono que lleva el
Evangeliario levemente elevado;
detrás de ellos van los concelebrantes y
al final, el sacerdote celebrante (IGMR
120, 172)22. (Uno de los
lectores puede llevar el Evangeliario
en la ausencia del diácono). La asamblea
se integra al canto durante esta
procesión, actividad que pretende unir a
todos los que han venido para celebrar
(IGMR 47-48)23.
- Cuando la procesión
llegue al altar, todos hacen una
reverencia delante de él, y los
sacerdotes y el diácono besan el altar24.
El sacerdote celebrante inciensa la cruz
y el altar (IGMR 49, 123)25.
- Después, el sacerdote
celebrante va a la sede presidencial de
donde preside el resto de los Ritos
Iniciales (IGMR 50, 124)26.
- Allí, se santigua,
saluda al pueblo, introduce brevemente
la liturgia del día, y preside el
Rito Penitencial (IGMR 50, 51, 124)27.
- Los domingos durante
la estación de Pascua de Resurrección,
en lugar del Rito Penitencial, es
especialmente apropiado bendecir agua y
rociar a todos como un recuerdo de su
bautismo (IGMR 51).
- Cuando se exija, el
Gloria se canta o se recita,
comenzada por el sacerdote celebrante, o
el líder de canto, o el coro (IGMR 53,
126)28.
- Después del Gloria
y la Oración Colecta, todos se sientan.
- La Oración Colecta
concluye los Ritos Iniciales
(IGMR 54, 127)29. Cada vez
que el sacerdote celebrante invita al
pueblo a rezar ("Oremos"), “luego el
sacerdote invita al pueblo a orar,
juntando las manos y diciendo: Oremos.
Todos, juntamente con el sacerdote, oran
en silencio durante un breve tiempo.
Entonces el sacerdote, extendiendo las
manos, dice la Oración Colecta, y cuando
ésta termina, el pueblo aclama con el
Amén” (IGMR 127).
- La Liturgia de La
Palabra
- Las lecturas deben
ser proclamadas siempre desde el ambón
(IGMR 58, 260)30, y cada
lectura debe ser proclamada por un
lector diferente (IGMR 59, 109)31.
El salmista también canta el salmo
responsorial desde el ambón (IGMR 61,
309)32.
- Si un diácono u otro
sacerdote está presente, uno de ellos
debe proclamar el Evangelio en lugar del
sacerdote celebrante (IGMR 59). Antes de
la proclamación del Evangelio, “todos se
ponen de pie y se canta el Aleluya u
otro canto según las exigencias del
tiempo litúrgico (Cf. IGMR 62-64)” (IGMR
131)33; “mientras se dice el
Aleluya u otro canto, si se ha de usar
el incienso, ayuda al sacerdote a
colocarlo en el incensario, luego,
inclinado profundamente (el diácono)
ante él, le pide su bendición…” (IGMR
175)34
- A parte de eso, el
sacerdote celebrante (o un
concelebrante) se prepara para proclamar
el Evangelio con una oración en silencio
(IGMR 132, 212).35
- Después de cada
lectura y la Homilía, un período de
silencio es muy apropiado. (IGMR 45, 56)36.
- Después de la
proclamación evangélica, el sacerdote
celebrante predica la Homilía
(IGMR 66)37. Puede
proclamarla “de pie desde la sede o
desde el ambón, o si es oportuno desde
otro lugar idóneo. Terminada la homilía
se puede guardar un momento de silencio”
(IGMR 136).
- Después de un período
de tiempo, todos se ponen de pie para el
Credo (IGMR 67-68)38,
comenzado por el sacerdote (o si se
canta), comenzado por el líder de canto
o por el coro (IGMR 137)39.
- Luego, desde la sede,
el sacerdote celebrante introduce la
Plegaria Universal u Oración de los
fieles, invitando rezar al pueblo
(IGMR 71, 138)40.
- El diácono, (o en su
ausencia, otro ministro laico), anuncia
las peticiones desde el ambón u otro
sitio adecuado (IGMR 71, 138, 309), y el
sacerdote celebrante concluye las la
Plegaria Universal u Oración de los
fieles con una oración (IGMR 71,
138). “Terminada la oración universal,
todos se sientan y comienza el canto del
Ofertorio (Cf. IGMR 74)” (IGMR 139).
- La Liturgia de la
Eucaristía
- Es conveniente que la
colecta se lleve a cabo en este momento
de modo que el dinero recogido pueda ser
llevado al santuario como parte de la
procesión con las ofrendas de pan y vino
(IGMR 73)41.
- La Liturgia de la
Eucaristía sigue el modelo de las
narrativas bíblicas de la Última Cena
(IGMR 72) que describen al Señor
mientras toma el pan y el cáliz, da
gracias, parte el pan y les da el cáliz
a sus discípulos. Así, durante la
preparación, unos laicos de la asamblea
traen al altar el pan y el vino, los
elementos que Jesús tomó en sus manos
(IGMR 72.1). Durante la Plegaria
Eucarística, se dan las gracias a Dios
(IGMR 72.2). Después, se parte el pan, y
los elementos consagrados se dan a los
fieles en la Sagrada Comunión (IGMR
72.3)42
- Al comenzar la
preparación del altar y la presentación
de las ofrendas, los ministros
asistentes ayudan al diácono a preparar
el altar, poniendo el corporal, el
purificador, el cáliz (a menos que éste
se prepare en una mesa aparte)43
y el Misal Romano en el altar
(IGMR 73, 13944)45.
- Después, los fieles
traen el pan y el vino (junto con el
dinero recogido en la colecta) al altar.
- El sacerdote o el
diácono los recibe en un lugar apropiado
(IGMR 73, 140, 178)46.
- El sacerdote dice la
oración exigida mientras sostiene la
patena con el pan eucarístico un poco
elevada sobre el altar y solamente, al
terminar la oración prescrita, lo pone
en el altar (IGMR 141)47.
Mientras tanto, el diácono “vierte el
vino y unas gotas de agua en el cáliz,
diciendo en secreto: El agua unida al
vino, y le presenta el cáliz al
sacerdote. La preparación del cáliz y la
infusión del vino y del agua pueden
también hacerse en la credencia” (IGMR
178). El sacerdote celebrante dice la
oración apropiada mientras sostiene el
cáliz un poco elevado sobre el altar
(IGMR 142)48 y solamente, al
terminar la oración prescrita, lo pone
sobre el altar.
- “Dejado ya el cáliz
en el altar, el sacerdote se inclina
profundamente y dice en secreto:
Acepta, Señor, nuestro corazón
contrito” (IGMR 143) y después, “el
sacerdote pone el incienso en el
incensario y lo bendice con un signo de
la cruz, sin añadir más” (IGMR 277).
Inciensa las ofrendas con tres
movimientos del incensario o con una
señal simple de la cruz (IGMR 75, 14449,
277); también, inciensa la cruz, el
altar y el pueblo (IGMR 75)50.
- Luego, el sacerdote
celebrante se lava las manos al lado del
altar (IGMR 76, 145)51. Las
oraciones del sacerdote y del diácono
durante la preparación del altar y de
las ofrendas se dicen en secreto (IGMR
141-145). Cuando no se canta durante la
preparación, se permite (pero no es
obligatorio) que el sacerdote pronuncie
las palabras de la oración "Bendito
sea..." en voz alta (IGMR 142)52.
- Al centro del altar,
el sacerdote celebrante saluda al pueblo
y le invita a orar. Después de que el
pueblo se pone de pie y responde; el
sacerdote celebrante dice la Oración
Sobre las Ofrendas (IGMR 77, 146)53.
- Luego, el sacerdote
celebrante comienza la Plegaria
Eucarística, "el punto central y el
momento culminante de toda la
celebración" (IGMR 78, 147). “Es muy
conveniente que el sacerdote cante las
partes de la Plegaria Eucarística
que tienen notas” (IGMR 147)54; también
el pueblo deberá cantar la varias
aclamaciones que forman parte de la
Plegaria Eucarística.
- Se puede usar el
incienso durante la consagración cuando
muestran la hostia y el cáliz a la
asamblea (IGMR 150, 179, 276e)55.
- Durante la doxología
final, el sacerdote celebrante eleva la
patena con la hostia y el diácono eleva
el cáliz (si no hay diácono, el
sacerdote celebrante eleva los elementos
por sí mismo) (IGMR 151, 180)56.
- Terminada la
Plegaria Eucarística, todos se ponen
de pie para rezar el Padrenuestro (IGMR
81, 152).
- Después de la oración
pidiendo la paz, el diácono invita a
todos que intercambien un signo de paz
que todos comparten con las personas a
su lado (IGMR 82, 154)57.
- Para no interrumpir
la celebración, el sacerdote celebrante
normalmente se queda en el santuario
durante el intercambio del signo de paz
(IGMR 154). Sin embargo, por razones
pastorales, el sacerdote celebrante
puede intercambiar un signo de paz con
algunos miembros de la asamblea
litúrgica, por ejemplo, cuando se trata
de una misa funeral, una misa nupcial, o
cuando los líderes civiles estén
presentes (IGMR 82, 154)58.
- El Cordero de Dios
comienza y el sacerdote celebrante rompe
la hostia (IGMR 83, 155)59.
La hostia que el sacerdote celebrante
consagra debe ser lo suficientemente
grande para que unas fracciones de ella
puedan ser distribuidas a algunas
personas de la asamblea cuando comulguen
(IGMR 321)60.
- Mientras el sacerdote
celebrante distribuye las hostias
consagradas en otras vasijas, lo pueden
ayudar otros concelebrantes y el
diácono.
- Luego, el sacerdote
celebrante pone una porción muy pequeña
de la hostia en el cáliz (IGMR 83, 155)
y se prepara a sí mismo para comulgar
rezando en secreto la oración de
preparación (IGMR 84)63.
- El sacerdote
celebrante “hace genuflexión, toma la
Hostia, consagrada en la misma Misa, y,
teniéndola un poco elevada sobre la
patena o sobre el cáliz, vuelto al
pueblo, dice: Éste es el Cordero de
Dios, y, a una con el pueblo, añade
una sola vez: Señor, no soy digno…”
(IGMR 157, 243). [Cf. IGMR 84, 268]64.
- Después de que todos
recitaron el “Señor, no soy digno...”
“Mientras el sacerdote recibe el
sacramento, empieza el canto de la
Comunión… (IGMR 86)” (IGMR 157-59)65.
- El sacerdote
celebrante comulga al diácono (IGMR 182)66,
a los ministros extraordinarios de la
Eucaristía (SSV 39-40), y a los otros
ministros asistentes.
- Luego, le da los
vasos apropiados que contienen las
especies consagradas a los ministros
extraordinarios de la Eucaristía (IGMR
162)67.
- Después de que los
fieles comulgan68, se consume
lo que queda de la Preciosa Sangre
inmediatamente (IGMR 163, 182)69.
Se consumen las hostias consagradas que
sobran o las llevan con reverencia al
tabernáculo (IGMR 163)70.
- Las vasos sagrados
pueden ser purificados en estos momentos
o llevados a la credencia y ser
purificados inmediatamente después de la
Misa (IGMR 163, 279)71. Las
vasijas pueden ser limpiadas por un
sacerdote, un diácono, un acólito
instituido (IGMR 279)72, o
por un ministro extraordinario de la
Eucaristía (SSV, 52).
- El sacerdote
celebrante vuelve a la sede y con la
asamblea, observa un período de silencio
(IGMR 45, 88, 164). Si se desea, todos
pueden cantar un himno de alabanza (IGMR
88, 164)73. Para concluir el
Rito de Comunión, todos se ponen
de pie para rezar. El sacerdote
celebrante invita rezar a la asamblea y
reza la Oración después de la
Comunión (IGMR 89, 165)74.
- El Rito Conclusión75
- Después de la
Oración después de la Comunión, se
puede hacer anuncios breves (IGMR 90a,
166, 184). Ningún anuncio debería
hacerse antes de este momento, por
ejemplo, en el período de silencio
después de la Sagrada Comunión.
- Luego, el sacerdote
celebrante saluda al pueblo. Si se usa
una "Bendición Solemne" u "Oración sobre
el Pueblo", el diácono (o en su
ausencia, el sacerdote celebrante)
invita a la asamblea a pedir la
bendición de Dios.
- El sacerdote
celebrante dice la fórmula de bendición
después de la cual el diácono despide al
pueblo (IGMR 90b-c, 167-68, 185).
- El sacerdote
celebrante y el diácono besan el altar y
ellos, junto con todos los otros
ministros, hacen una reverencia profunda76
al altar (IGMR 90d, 169, 186) y salen en
mismo orden en que ingresaron para
iniciar la Misa (IGMR 186, 193).
- Para las citas de la
IGMR se utiliza: ORDENACION GENERAL DEL
MISAL ROMANO. Institutio Generalis
Missalis Romani; Tercera Edición típica,
Incluyendo las adaptaciones para las
diócesis de los Estados Unidos de
América. Edición provisional para
estudiar. LTP, Chicago, Ill. EUA,
2003
- “…en la Misa se
dispone la mesa, tanto de la Palabra de
Dios como del Cuerpo de Cristo en la que
los fieles encuentran el mensaje y el
alimento cristiano…”.
- “La postura uniforme,
seguida por todos los que toman parte en
la celebración, es un signo de unidad de
los miembros de la comunidad cristiana
congregada para la sagrada Liturgia, ya
que expresa y fomenta al mismo tiempo la
unanimidad de los participantes”.
- “Reunido el pueblo,
mientras entra el sacerdote con el
diácono y los ministros, se da comienzo
al canto de entrada. El fin de este
canto es abrir la celebración, fomentar
la unión de quienes se han reunido…”.
- “También como parte
de la celebración ha de guardarse en su
tiempo silencio sagrado” (IGMR 45). “…En
ella son convenientes también unos
breves espacios de silencio…” (IGMR 56).
- “Téngase por
consiguiente, en gran estima el uso del
canto en las celebraciones…; que no
falte el canto de los ministros y del
pueblo en las celebraciones que se
llevan a cabo los domingos y fiestas de
precepto” (IGMR 40). “…Misa con el
pueblo…; conviene que, mientras sea
posible se tenga esta celebración con
canto y con el número adecuado de
ministros…” (IGMR 115).
- “Si están presentes
muchos que pueden ejercitar un mismo
ministerio, nada impide el que se
distribuyan…, pueden éstas distribuirse
entre diversos lectores…”
- “Es muy de desear que
los fieles participen, como está
obligado a hacerlo el mismo sacerdote,
del Cuerpo del Señor con Hostias
consagradas en esa misma Misa…” (IGMR
85); “La Comunión tiene sentido de signo
más pleno cuando se hace bajo las dos
especies…” (IGMR 281); “…Conviene que el
pan eucarístico se haga en tal forma que
el sacerdote pueda realmente partir la
hostia en partes diversas y
distribuirlas, al menos a algunos
fieles…” (IGMR 321).
- “Se debe procurar de
manera particular que los libros
litúrgicos, sobre todo el Evangeliario y
el Leccionario, que se destinan a la
proclamación de la Palabra de Dios y por
eso gozan de una particular veneración,
sean en la acción litúrgica realmente
signos y símbolos de las cosas celestes,
y por tanto verdaderamente dignos,
decorosos y bellos”.
- “Para la celebración
de la Eucaristía el pueblo de Dios se
congrega generalmente en la iglesia…”.
- “Constrúyase el altar
separado de la pared, de modo que se le
pueda rodear fácilmente y la celebración
se pueda hacer de cara al pueblo.”.
- “La dignidad de la
palabra de Dios exige que en la iglesia
haya un sitio conveniente para su
anuncio, hacia el que, durante la
liturgia de la palabra, se vuelve
espontáneamente la atención de los
fieles… El ambón, según la estructura de
cada iglesia, debe ser de tal
naturaleza, que permita al pueblo ver y
oír bien a los ministros ordenados y a
los lectores”.
- “La sede del
sacerdote celebrante debe significar su
oficio de presidente de la asamblea y de
director de la oración…, su puesto más
adecuado será de cara al pueblo, al
fondo del presbiterio… Evítese toda
apariencia de trono…”.
- “…o en alguna capilla
apta para la adoración y oración privada
de los fieles, que esté conectada
orgánicamente con la iglesia y sea
visible para los fieles”.
- “…Si el tabernáculo
con el Santísimo Sacramento está en el
presbiterio, el sacerdote, el diácono y
los demás ministros hacen genuflexión
cuando llegan al altar y cuando se
retiran de él, pero no durante la
celebración de la Misa…”.
- “Por reverencia a la
celebración del memorial del Señor y al
banquete en que se distribuye el Cuerpo
y Sangre del Señor, póngase sobre el
altar, donde se celebra, por lo menos un
mantel de color blanco, que, en forma,
medida y ornamentación, cuadre bien con
la estructura del mismo altar. Cuando,
en las diócesis de los Estados Unidos de
América, se utilizan otros ornamentos en
adición a los manteles propios del
altar, en aquella ocasión, esos manteles
pueden ser de otros colores poseyendo el
espíritu honorífico cristiano o el
significado de la festividad de acuerdo
con la antigua tradición local, con tal
de que el mantel superior cubriendo la
superficie de la mensa (es decir,
el mantel mismo del altar) sea siempre
de color blanco”.
- “Los candeleros, que
según el tipo de acción litúrgica se
requieren como expresión de veneración o
de celebración festiva (Cf. IGMR 117),
colóquense en la forma más digna, o
sobre el altar o alrededor de él…” (IGMR
307).
“Cúbrase el altar al menos con un mantel
blanco. Sobre él o a su alrededor,
colóquese en cada celebración un mínimo
de dos candeleros, con sus velas
encendidas o incluso cuatro o seis,
sobre todo si se trata de la Misa
dominical o festiva de precepto…” (IGMR
117).
- “…Es de alabar que el
cáliz se cubra con un velo, que podrá
ser o del color del día o de color
blanco”.
- “Un lector, que puede
llevar el libro de los Evangelios
levemente elevado, pero no el
leccionario” (IGMR 120, d)
- “…Candeleros y Cruz
con la imagen de Cristo Crucificado
pueden llevarse en la procesión de
entrada. Sobre el altar puede ponerse, a
no ser que se lleve durante la procesión
de entrada, el Evangeliario, distinto
del libro de las restantes lecturas”
(IGMR 117).
- “…La decoración
floral sea siempre moderada, y colóquese
preferentemente cerca del altar y no
sobre el mismo” (IGMR 305).
- “Reunido el pueblo,
el sacerdote y los ministros, revestidos
cada uno con las vestiduras sagradas,
avanzan hacia el altar por este orden:
a) el turiferario con el incensario
humeante, si se emplea el incienso; b)
los ministros que llevan los cirios
encendidos, entre ellos un acólito u
otro ministro con la cruz; c) los
acólitos y otros ministros; d) un
lector, que puede llevar el libro de los
Evangelios levemente elevado, pero no el
leccionario; e) el sacerdote que va a
celebrar la Misa. Si se emplea el
incienso, el sacerdote, antes de que
siga adelante, lo pone en el incensario
y lo bendice con un signo de la cruz,
sin decir nada” (IGMR 120).
“Llevando el Evangeliario un poco
elevado, el diácono precede al sacerdote
en su camino hacia el altar. De otro
modo, irá a su lado” (IGMR 172).
- “Reunido el pueblo,
mientras entra el sacerdote con el
diácono y los ministros, se da comienzo
al canto de entrada. El fin de este
canto es abrir la celebración, fomentar
la unión de quienes se han reunido,
elevar sus pensamientos a la
contemplación del misterio del tiempo
litúrgico o de la fiesta, y acompañar la
procesión de sacerdotes y ministros. Se
canta alternativamente por el coro y el
pueblo, o por el cantor y el pueblo, o
por todo el pueblo, o solamente por el
coro. En las diócesis de los Estados
Unidos de América existen cuatro
opciones para el cantus ad introitum:
(1) la antífona del Misal Romano o el
Salmo del Graduale Romanum
arreglado según la música establecida en
éste o en otro arreglo musical; (2) la
antífona estacional según el Graduale
Simplex; (3) un canto de otra
colección de salmos y antífonas,
aprobada por la Conferencia de los
Obispos o por el obispo diocesano,
incluyendo salmos arreglados en forma
métrica o responsorial; (4) un canto
litúrgico apropiado aprobado de modo
parecido por la conferencia de los
Obispos o por el Obispo diocesano” (IGMR
47-48).
- “…Si el tabernáculo
con el Santísimo Sacramento está en el
presbiterio, el sacerdote, el diácono y
los demás ministros hacen genuflexión
cuando llegan al altar y cuando se
retiran de él, pero no durante la
celebración de la Misa” (IGMR 274).
- “El sacerdote, el
diácono y los ministros, cuando llegan
al presbiterio, saludan al altar con una
inclinación profunda. Para manifestar la
veneración, el sacerdote y el diácono
besan el altar. El sacerdote, si lo cree
oportuno, podrá también incensar la cruz
y el altar” (IGMR 49).
“El sacerdote sube al altar y le hace
reverencia con el beso. Luego, según la
oportunidad, inciensa la cruz y el altar
rodeándolo completamente” (IGMR 123).
- “Terminado el canto
de entrada, el sacerdote, de pie junto a
la sede, y toda la asamblea, hacen la
señal de la cruz. A continuación el
sacerdote, por medio de un saludo,
manifiesta a la asamblea reunida la
presencia del Señor. Con este saludo y
con la respuesta del pueblo queda de
manifiesto el misterio de la Iglesia
congregada. Terminado el saludo, el
sacerdote o el diácono u otro ministro
laico puede hacer a los fieles una
brevísima introducción sobre la Misa del
día” (IGMR 50).
“Terminada esta ceremonia, el sacerdote
va a su sede. Una vez concluido el canto
de entrada, todos estando de pie,
sacerdote y fieles, de pie, hacen la
señal de la cruz. El sacerdote empieza:
En el nombre del Padre, y del Hijo y
del Espíritu Santo. El pueblo
responde: Amén. Luego vuelto el
sacerdote al pueblo y extendiendo las
manos, saluda a la asamblea usando una
de las fórmulas propuestas. Puede
también, o él u otro de los ministros,
hacer una muy breve introducción a los
fieles sobre la Misa del día” (IGMR
124).
- “Después el sacerdote
invita al acto penitencial que, tras un
momento de silencio, se realiza cuando
toda la comunidad hace su confesión
general y se termina con la absolución
del sacerdote, la cual sin embargo,
carece de eficacia propia del sacramento
de la penitencia. El domingo, sobre todo
en el tiempo pascual, en lugar del
acostumbrado acto penitencial, se puede
realizar la bendición y la aspersión del
agua en memoria del bautismo” (IGMR 51).
- “El Gloria es
un antiquísimo y venerable himno con que
la Iglesia congregada en el Espíritu
Santo glorifica a Dios Padre y al
Cordero y le presenta sus súplicas. El
texto de este himno no se puede cambiar
por algún otro. Es iniciado por el
sacerdote o, según la oportunidad, por
un cantor o por el coro y lo cantan
todos juntos, o el pueblo alternando con
el coro o el coro solo. Si no se canta
lo han de recitar todos, o juntos a dos
coros alternativamente. El Gloria
se canta o se recita los domingos, fuera
del tiempo de Adviento y Cuaresma, las
solemnidades y fiestas y en algunas
celebraciones peculiares” (IGMR 53).
“Cuando está indicado en las
celebraciones se canta o se dice el
Gloria (Cf. IGMR 53)” (IGMR 126).
- “A continuación el
sacerdote invita al pueblo a orar y
todos, a una con el sacerdote,
permanecen un rato en silencio para
hacerse conscientes de estar en la
presencia de Dios y formular
interiormente sus súplicas. Entonces el
sacerdote lee la oración que se suele
denominar “colecta” con la que se
expresa el carácter de la celebración.
Según la antigua tradición de la
Iglesia, la oración colecta se dirige
regularmente a Dios Padre por Cristo en
el Espíritu Santo y termina con una
conclusión trinitaria… El pueblo,
uniéndose a esta súplica, hace suya la
oración pronunciando la aclamación:
Amén. En la Misa siempre se dice una
sola Oración colecta” (IGMR 54).
- “En la celebración de
la Misa con el pueblo las lecturas se
proclaman siempre desde el ambón” (IGMR
58).
“Las lecturas, en la medida de lo
posible, se proclaman desde el ambón o
el púlpito” (IGMR 260).
- “El leer las
lecturas, según la tradición, no es un
oficio presidencial, sino ministerial.
Por consiguiente las lecturas son
proclamadas por un lector, el Evangelio
en cambio viene leído por el diácono o,
si está ausente, por otro sacerdote.
Cuando falte el diácono u otro
sacerdote, el mismo sacerdote celebrante
leerá el Evangelio; y en ausencia de
lectores idóneos, el sacerdote
celebrante proclamará también las demás
lecturas. Después de cada lectura, el
que lee pronuncia la aclamación, a la
cual el pueblo congregado responde
rindiendo el honor a la Palabra de Dios
recibida con fe y espíritu agradecido”
(IGMR 59).
“…Es, sin embargo, absolutamente
inadecuado dividir un único elemento de
la celebración entre varias personas:
por ejemplo, que en la misma lectura
intervengan dos personas, una después de
otra, a no ser que se trate de la Pasión
del Señor” (IGMR 109).
- “…El salmo debe
responder a cada una de las lecturas y
por lo regular se toma del leccionario.
Es preferible que el salmo responsorial
se cante, por lo menos en lo que se
refiere a la respuesta del pueblo. Por
consiguiente, el salmista o cantor del
salmo, desde el ambón o desde otro sitio
oportuno, proclama los versos del salmo
mientras toda la asamblea escucha
sentada…” (IGMR 61).
“…Desde el ambón se proclaman únicamente
las lecturas, el salmo responsorial y el
pregón pascual; pueden también tenerse
desde él la homilía y las intenciones de
la oración universal. La dignidad del
ambón exige que suba a él solamente el
ministro de la Palabra…” (IGMR 309).
- “Después de la
lectura que precede inmediatamente al
Evangelio se canta el Aleluya u
otro canto establecido por las rúbricas,
según las exigencias del tiempo
litúrgico. Esta aclamación constituye
por sí misma un rito o acto en el cual
la asamblea de los fieles recibe al
Señor que está por hablar en el
Evangelio, lo saluda y confiesa su fe
con el canto… b) En el tiempo de
Cuaresma, en lugar del Aleluya,
se canta el verso antes del Evangelio
que aparece en el leccionario…” (IGMR
62).
- “Durante la liturgia
de la Palabra los concelebrantes ocupan
su propio puesto y están sentados o se
levantan en la misma forma que el
celebrante principal. Al iniciar el
Aleluya, todos se ponen de pie,
excepto el obispo, el cual pone incienso
sin decir nada y bendice al diácono o,
si no lo hay, al concelebrante que va a
proclamar el Evangelio. En la
concelebración presidida por un
presbítero, el concelebrante que, por no
haber diácono, proclama el Evangelio, no
pide ni recibe la bendición del
celebrante principal” (IGMR 212).
- “Mientras se canta el
Aleluya u otro canto, el
sacerdote, si se emplea el incienso lo
pone en el incensario y lo bendice.
Luego, con las manos juntas e
inclinándose profundamente ante el
altar, dice en secreto el Purifica mi
corazón” (IGMR 132).
- “También como parte
de la celebración ha de guardarse en su
tiempo silencio sagrado. La naturaleza
de este silencio depende del momento en
que se observa durante la Misa. Así en
el acto penitencial y después de una
invitación a orar, los presentes se
concentran en sí mismos; al terminarse
la lectura o la homilía, reflexionan
brevemente sobre lo que han oído;
después de la comunión alaban a Dios en
su corazón y oran. Ya antes de la
celebración misma, es muy laudable que
se guarde silencio en la Iglesia, en la
sacristía, en el secretarium, y en los
lugares cercanos, para que todos puedan
disponerse para celebrar devota y
debidamente los ritos sagrados” (IGMR
45).
“La liturgia de la Palabra debe ser
celebrada de tal manera que favorezca la
meditación, por eso se debe evitar
absolutamente toda forma de
apresuramiento que impida el
recogimiento. En ella son convenientes
también unos breves espacios de
silencio, acomodados a la asamblea
reunida, en los cuales, con la ayuda del
Espíritu Santo, se perciba con el
corazón la Palabra de Dios y se prepare
la respuesta por la oración. Estos
momentos de silencio se pueden guardar
oportunamente, por ejemplo, antes de que
se inicie la misma liturgia de la
Palabra, después de la primera y la
segunda lectura, y terminada la homilía”
(IGMR 56).
- “La homilía la tendrá
ordinariamente el sacerdote celebrante o
será encomendada por él al sacerdote
concelebrante, o a veces, si es
oportuno, también al diácono, pero nunca
a un laico. En casos particulares y por
una causa justa la homilía puede ser
pronunciada incluso por el Obispo o el
presbítero presente en la celebración
pero que no concelebra. Los domingos y
fiestas de precepto téngase la homilía
en todas las Misas que se celebran con
asistencia del pueblo; fuera de eso se
recomienda sobre todo en los días
feriales de Adviento, Cuaresma y tiempo
pascual, y también en otras fiestas y
ocasiones en que suele haber numerosa
concurrencia de fieles. Después de la
homilía se guardará oportunamente un
breve momento de silencio” (IGMR 66).
- “El símbolo o
profesión de fe tiende a que todo el
pueblo reunido dé su respuesta a la
Palabra de Dios proclamada en las
lecturas de la Sagrada Escritura y
explicada en la homilía y, pronunciando
la regla de su fe, con la fórmula
aprobada para el uso litúrgico, traiga a
su memoria y confiese los grandes
misterios de la fe, antes de empezar su
celebración en Eucaristía. El símbolo
debe ser cantado o recitado por el
sacerdote con el pueblo en los domingos
y solemnidades; se puede también recitar
en celebraciones de peculiar importancia
y solemnidad. Si se canta, el canto del
símbolo viene iniciado por el sacerdote
o, si es oportuno, por el cantor o por
el coro, y proseguido por todos juntos,
o por el pueblo y el coro
alternativamente. Si no se canta, se
debe recitar por todos juntos o a dos
coros alternativamente” (IGMR 67-68).
- “El Credo lo dice el
sacerdote juntamente con el pueblo (Cf.
IGMR 68), estando todos de pie. A las
palabras , etcétera, todos se inclinan;
pero en las solemnidades de la
Anunciación y de la Natividad del Señor,
todos hacen genuflexión” (IGMR 137).
- “Toca al sacerdote
celebrante dirigir estas súplicas desde
la sede. Él mismo invita a los fieles a
la oración con una breve monición y
concluye la oración misma. Las
intenciones que se proponen deben ser
sobrias, redactadas con pocas palabras y
con una sabia libertad, y deben expresar
la plegaria de la comunidad entera. Las
dice un diácono o un cantor o un lector
o un fiel laico desde el ambón o de otro
lugar conveniente. El pueblo, estando de
pie, expresa sus súplicas o con una
invocación común, que se pronuncia
después de cada intención, u orando en
silencio” (IGMR 71).
“Recitado el Símbolo, el sacerdote en
pie, desde la sede, con las manos
juntas, invita a los fieles a la oración
universal por medio de una breve
monición. Después el diácono o el cantor
o el lector u otro, desde el ambón u
otro lugar conveniente, propone las
intenciones al pueblo, el cual por su
parte responde suplicante. Al final el
sacerdote con las manos extendidas,
concluye la plegaria con una oración”
(IGMR 138).
- Al comienzo de la
Liturgia eucarística se llevan al altar
los dones que se convertirán en el
Cuerpo y la Sangre de Cristo… El dinero
y otros dones que los fieles aportan
para los pobres o para la Iglesia, se
consideran también como ofrendas; por
eso se colocan en un lugar apropiado,
fuera de la mesa eucarística” (IGMR 73).
- “En la última Cena,
Cristo instituyó el sacrificio y
banquete pascual, por el que se hace
continuamente presente en la Iglesia el
sacrificio de la cruz, cuando el
sacerdote, que representa a Cristo el
Señor, lleva a cabo lo que el Señor
mismo realizó y confió a sus discípulos
para que lo hicieran en memoria suya.
Cristo tomó en sus manos el pan y el
cáliz, dio gracias, lo partió, lo dio a
sus discípulos, y dijo: ‘Tomad, comed,
bebed: esto es mi cuerpo: éste es el
cáliz de mi sangre. Haced esto en
conmemoración mía’. De ahí que la
Iglesia haya ordenado toda la
celebración de la liturgia eucarística
según estas mismas partes, con las
palabras y acciones de Cristo. Ya que:
1) En la preparación de las ofrendas se
presentan en el altar el pan y el vino
con agua; es decir, los mismos elementos
que Cristo tomó en sus manos. 2) En la
Plegaria eucarística se da gracias a
Dios por toda la obra de la salvación, y
las ofrendas se convierten en el Cuerpo
y la Sangre de Cristo. 3) Por la
Fracción del Pan y no por la Comunión,
los fieles, a pesar de ser muchos, de un
solo pan reciben el Cuerpo y de un solo
cáliz la Sangre del Señor, del mismo
modo que los Apóstoles lo recibieron de
manos del mismo Cristo” (IGMR 72).
- “…En primer lugar se
prepara el altar o la mesa del Señor,
que es el centro de toda la Liturgia
eucarística, sobre él se colocan el
corporal, el purificador, el Misal y el
cáliz, que puede también dejarse
preparado en la credencia…” (IGMR 73).
- “…Un acólito u otro
ministro laico coloca en el altar el
corporal, el purificador, el cáliz, la
palia y el misal” (IGMR 139).
- “Sobre el altar se
puede colocar solamente aquello que se
requiere para la celebración de la Misa,
es decir, el Evangeliario, desde el
inicio de la celebración hasta la
proclamación del Evangelio; y desde la
presentación de los dones hasta la
purificación de los vasos, el cáliz con
la patena, el copón si es necesario; y
también el corporal, el purificado, la
palia y el Misal. Colóquese, además, de
manera discreta el dispositivo que
eventualmente resulte necesario para la
amplificación de la voz” (IGMR 306).
- “…Las ofrendas de los
fieles las recibe el sacerdote ayudado
por un acólito u otro ministro. El pan y
el vino para la Eucaristía se llevan al
sacerdote, quien los coloca sobre el
altar, mientras que las demás ofrendas
se colocan en sitio conveniente (Cf.
IGMR 73)” (IGMR 140).
“…Asiste también (el diácono) al
sacerdote cuando recibe los dones del
pueblo. Luego pasa al sacerdote la
patena con el van que se va a
consagrar…” (IGMR 178).
- “El sacerdote en el
altar recibe la patena con el pan, y con
ambas manos la eleva un poco sobre el
altar mientras que dice en secreto:
Bendito seas, Señor. Luego coloca la
patena con el pan sobre el corporal”
(IGMR 141).
- “…Vuelto al centro
del altar, toma con ambas manos el
cáliz, lo eleva un poco diciendo en
secreto: Bendito seas, Señor.
Luego coloca el cáliz sobre el corporal
y, si es oportuno, lo cubre con la
palia…” (IGMR 142).
- “Luego, si se emplea
el incienso, el sacerdote lo pone en el
incensario, lo bendice sin decir nada, e
inciensa las ofrendas, la cruz y el
altar. Un ministro estando al lado del
altar inciensa al sacerdote y después al
pueblo” (IGMR 144).
- “…El sacerdote puede
incensar los dones colocados sobre el
altar, la cruz y el altar mismo, para
significar que la ofrenda de la Iglesia
y su oración suben ante el trono de Dios
como incienso. Después el sacerdote, en
virtud del ministerio sagrado, y el
pueblo, en virtud de la dignidad
bautismal, pueden ser incensados por el
diácono u otro ministro” (IGMR 75).
- “A continuación el
sacerdote se lava las manos al lado del
altar. Con este rito se expresa el deseo
de purificación interior” (IGMR 76).
“Después de la oración Acepta, Señor,
nuestro corazón contrito o de la
incensación, el sacerdote, en pie al
lado del altar, se lava las manos,
diciendo en secreto: Lávame, Señor,
mientras un ministro le sirve el agua” (IGMR
145).
- “…Pero si no hay
canto en el Ofertorio o no se toca el
órgano, le es lícito al sacerdote, en la
presentación del pan y del vino, decir
en voz alta las fórmulas de bendición, a
las cuales el pueblo aclama: Bendito
seas por siempre, Señor” (IGMR 142).
- “Terminada la
colocación de las ofrendas y concluidos
los ritos que la acompañan se concluye
la preparación de los dones, con una
invitación a orar juntamente con el
sacerdote, y con la fórmula llamada
“Oración sobre las ofrendas”. Así queda
preparada la Oración eucarística… El
pueblo, al unirse a la plegaria, hace
suya la oración con la aclamación
Amén” (IGMR 77).
“Vuelto el sacerdote al centro del altar
y estando de cara al pueblo, extiende y
junta las manos e invita al pueblo a
orar, diciéndole: Oren, hermanos.
El pueblo se pone de pie y responde:
El Señor reciba. Luego el sacerdote
extendiendo las manos, dice la oración
sobre las ofrendas. Al final el pueblo
aclama: Amén” (IGMR 146).
- “Entonces empieza el
sacerdote la Plegaria eucarística. Según
las rúbricas (Cf. IGMR 365) elige una de
las que se encuentran en el Misal
Romano, o están aprobadas por la Sede
Apostólica. La Plegaria eucarística por
su naturaleza exige que la recite sólo
el sacerdote en virtud de la ordenación.
El pueblo en cambio, se asocia al
sacerdote en fe y en silencio y por
medio de las intervenciones establecidas
a lo largo de la Plegaria eucarística,
es decir: respuestas en el diálogo del
Prefacio, el Santo, la aclamación
Amén después de la doxología
final, como también otras aclamaciones
aprobadas por la Conferencia de los
Obispos y reconocidas por la Santa
Sede…” (IGMR 147).
- “…Si se emplea el
incienso, mientras la Hostia y el cáliz
son mostrados al pueblo después de la
consagración, un ministro los inciensa”
(IGMR 150).
“…Si están presentes muchos diáconos,
uno de ellos durante la consagración
puede poner el incienso en el incensario
e incensar en el momento de la elevación
de la hostia y del cáliz” (IGMR 179).
“La incensación significa la reverencia
y la oración, como viene expresado en
las Sagrada Escritura (Cf. Sal 140, 2;
Ap 8, 3). El incienso puede libremente
usarse en cualquier forma de misa: …e)
en el momento de la elevación de la
Hostia y el cáliz, después de la
consagración” (IGMR 276, e).
- “…Al final de la
Plegaria eucarística, el sacerdote,
tomando la patena con la hostia y
levantando ambos pronuncia la doxología:
Por Cristo, con Él y en Él. El
pueblo aclama al final: Amén.
Después el sacerdote coloca la patena y
el cáliz sobre el corporal” (IGMR 151).
“Para la doxología final de la Plegaria
eucarística, de pie al lado del
sacerdote (el diácono), tiene el cáliz
elevado, mientras aquél eleva la patena
con la hostia hasta el momento en que el
pueblo haya aclamado Amén” (IGMR
180).
- “Sigue a continuación
el rito de la paz, con el que la Iglesia
implora la paz y la unidad para sí misma
y para toda la familia humana y los
fieles se expresan mutuamente la
comunión y la caridad, antes de comulgar
en el Sacramento” (IGMR 82).
“”A continuación el sacerdote, con las
manos extendidas, dice con voz clara la
oración: Señor Jesucristo, que
dijiste; al terminarla, se vuelve
hacia los fieles y, extendiendo y
juntando las manos les da la paz con
estas palabras: La paz del Señor esté
siempre con ustedes. El pueblo
responde: Y con tu espíritu.
Luego, si el caso lo pide, el sacerdote
añade: Dense fraternalmente la paz.
El sacerdote puede dar la paz a los
ministros, permaneciendo siempre en el
presbiterio, para no desordenar la
celebración…” (IGMR 154).
- “…Por lo que toca al
mismo rito de la paz, establezcan las
Conferencias de los Obispos el modo más
conveniente, según las costumbres y el
carácter de cada pueblo. Pero conviene
que cada uno exprese el signo de la paz
sobriamente y sólo a las personas más
cercanas” (IGMR 82).
“…En las diócesis de los Estados Unidos
de América, por una buena razón, en una
ocasión especial (por ejemplo, en el
caso de un funeral, una boda, o cuando
los líderes cívicos están presentes), el
sacerdote puede ofrecer el signo de la
paz a unos pocos miembros de los fieles
cerca del presbiterio. Y todos, según
las normas establecidas por la
Conferencia de los Obispos, se
manifiestan mutuamente la paz y la
caridad…” (IGMR 154).
- “El sacerdote parte
el Pan eucarístico; lo ayudan, si es
necesario, el diácono o un concelebrante.
El acto de la fracción del Pan,
realizado por Cristo en la última Cena,
fue el que en los tiempos apostólicos
sirvió para denominar a la íntegra
acción eucarística. Este rito no solo
tiene una finalidad práctica, sino que
significa además que nosotros, que somos
muchos, en la comunión de un solo Pan de
Vida, que es Cristo, nos hacemos un solo
cuerpo (1Co 10, 17). La fracción empieza
después del rito de la paz, y se realiza
con la debida reverencia, sin
prolongarla innecesariamente y sin darle
una importancia exagerada. Este rito
está reservado al sacerdote y al
diácono. El sacerdote parte el Pan y
deja caer una parte de la Hostia en el
cáliz para significar la unidad del
Cuerpo y la Sangre del Señor en la obra
de la salvación, es decir, del Cuerpo de
Cristo Jesús viviente y glorioso…” (IGMR
83).
“A continuación el sacerdote toma la
Hostia, la parte sobre la patena, y deja
caer una partícula en el cáliz diciendo
en secreto: El Cuerpo y la Sangre…”
(IGMR 155).
- “La naturaleza misma
del signo exige que la material de la
celebración eucarística aparezca
verdaderamente como alimento. Conviene,
pues, que el pan eucarístico, aunque sea
ázimo y elaborado en la forma
tradicional, se haga en tal forma que el
sacerdote, en la Misa celebrada con el
pueblo, pueda realmente partir la hostia
en partes diversas y distribuirlas, al
menos a algunos fieles. No se excluyen
de ninguna manera las hostias pequeñas,
cuando así lo exige el número de los que
van a recibir la Sagrada Comunión y
otras razones pastorales. Pero el gesto
de la fracción del pan, que era el que
servía en los tiempos apostólicos para
denominar la misma Eucaristía,
manifestará mejor la fuerza y la
importancia del signo de unidad en un
solo pan y de la caridad, por el hecho
de que un solo pan se distribuye entre
hermanos” (IGMR 321).
- “Mientras se dice el
Cordero de Dios, los diáconos o
algunos de los concelebrantes pueden
ayudar al celebrante principal a partir
las Hostias, sea para la comunión de los
mismos concelebrantes, sea para el
pueblo” (IGMR 240).
- Conferencia de los
Obispos Católicos de los Estados Unidos,
El Sacrificio Vivo y Santo [SSV]
(Junio del 2001).
- “El sacerdote se
prepara con una oración privada, para
recibir con fruto el Cuerpo y la Sangre
de Cristo. Los fieles hacen lo mismo,
orando en silencio…” (IGMR 84).
- “…Luego el sacerdote
muestra a los fieles el Pan eucarístico
sobre la patena o sobre el cáliz y los
invita al banquete de Cristo; y
juntamente con los fieles formula,
usando palabras evangélicas prescritas,
un acto de humildad” (IGMR 84).
“Después de la mezcla el sacerdote dice
en secreto la oración: Señor
Jesucristo, Hijo de Dios vivo, o
bien: Señor Jesucristo, la comunión
de tu Cuerpo; después hace
genuflexión, toma la hostia y, si el
ministro va a recibir la comunión,
volviéndose a él y teniendo la hostia un
poco elevada sobre la patena o el cáliz,
dice: Éste es el Cordero de Dios;
y, juntamente con el ministro, dice:
Señor no soy digno…” (IGMR 268).
- Luego, de pie, vuelto
hacia el altar, el sacerdote dice en
secreto: El Cuerpo de Cristo me
guarde para la vida eterna, y con
reverencia consume el Cuerpo de Cristo.
Después toma el cáliz diciendo en
secreto: La Sangre de Cristo me
guarde para la vida eterna, y con
reverencia toma la Sangre de Cristo.
Mientras el sacerdote toma el
sacramento, se empieza el canto de
comunión (Cf. IGMR 86)” (IGMR 158-159).
- “Terminada la
comunión del sacerdote, el diácono
recibe del sacerdote la Comunión bajo
las dos especies, y luego ayuda al
sacerdote a distribuir la comunión al
pueblo…” (IGMR 182).
- “…Estos ministros no
se acerquen al altar antes de que el
sacerdote tome la Comunión, y siempre
reciban de las manos del sacerdote
celebrante el vaso que contiene las
especies eucarísticas que van a ser
distribuidas a los fieles” (IGMR 162).
- “Es muy de desear que
los fieles participen, como está
obligado a hacerlo el mismo sacerdote,
del Cuerpo del Señor con Hostias
consagradas en esa misma Misa y, en los
casos previstos (Cf. IGMR 283),
participen del cáliz, de modo que
aparezca mejor, por los signos
exteriores, que la Comunión es una
participación en el sacrificio que en
ese momento se celebra” (IGMR 85).
- “…terminada la
distribución, inmediatamente consume
junto al altar toda la sangre de Cristo
remanente con la ayuda, si es necesario,
de otros diáconos y presbíteros” (IGMR
182).
- “Terminada la
distribución de la comunión, el
sacerdote, consume completamente el vino
consagrado que eventualmente sobró; en
cambio, las hostias consagradas
sobrantes o las consume junto al altar o
las traslada al lugar destinado a la
reserva eucarística…” (IGMR 163).
- “…El sacerdote vuelto
al altar, recoge las partículas, si las
hay; luego, de pie en el altar o en la
credencia, purifica la patena o el copón
sobre el cáliz; después purifica el
cáliz, diciendo en secreto: Haz,
Señor, que recibamos, y lo seca con
el purificador. Si los vasos fueron
purificados en el altar, son llevados a
la credencia por un ministro. Sin
embargo, está permitido dejar en el
altar o en la credencia sobre un
corporal los vasos que se han de
purificar, sobre todo si son muchos,
cubriéndolos oportunamente y
purificarlos inmediatamente después de
la Misa, cuando se haya despedido al
pueblo” (IGMR 163).
- “El sacerdote, el
diácono o el acólito instituido purifica
los vasos sagrados, después de la
comunión o después de la Misa, si es
posible, en la credencia. La
purificación del cáliz se hace con agua
o con agua y vino, que tomará quien haya
purificado el cáliz. La patena se limpia
con el purificador, como es costumbre.
Se debe procurar que lo que sobra
eventualmente de la Sangre de Cristo,
después de la distribución de la
comunión, se consuma inmediata y
completamente” (IGMR 279).
- “Cuando se ha
terminado de distribuir la Comunión, el
sacerdote y los fieles, si es oportuno,
oran un rato recogidos. Si se prefiere,
puede también cantar toda la asamblea un
himno, un salmo o algún otro canto de
alabanza” (IGMR 88).
“Luego el sacerdote puede regresar a su
sede. Se puede observar un rato de
silencio o también entonar un salmo u
otro cántico de alabanza o un himno (Cf.
IGMR 88)” (IGMR 164).
- “Para completar la
súplica de los fieles y concluir todo el
rito de la Comunión, el sacerdote dice
la Oración después de la Comunión, en la
que se ruega porque se obtengan los
frutos del misterio celebrado. En la
Misa se dice sólo una oración después de
la Comunión, que termina con una
conclusión breve… El pueblo hace suya la
oración con la aclamación del Amén”
(IGMR 89).
“Luego, de pie junto a la sede o ante el
altar, el sacerdote, vuelto al pueblo,
con las manos juntas dice: Oremos,
y con las manos extendidas recita la
Oración después de la comunión, a la que
puede preceder también un breve
silencio, a no ser que ya se haya hecho
eso después de la comunión. Al final de
la oración, el pueblo aclama: Amén”
(IGMR 165).
- “El rito de
conclusión consta de: a) breves avisos,
si son necesarios; b) saludo y bendición
sacerdotal, que en algunos días y
ocasiones se enriquece y se amplía con
la oración sobre el pueblo o con otra
fórmula más solemne; c) despedida del
pueblo por parte del diácono o
sacerdote, para que cada uno vuelva a
sus buenas obras, alabando y bendiciendo
a Dios; d) beso del altar por parte del
sacerdote y diácono y la consiguiente
inclinación profunda hacia el altar por
parte de los sacerdotes, el diácono y
otros ministros” (IGMR 90).
“Terminada la oración después de la
comunión, háganse, si se han de hacer,
breves avisos al pueblo. Luego el
sacerdote, extendiendo las manos, saluda
al pueblo diciéndole: El Señor esté
con ustedes, a lo que el pueblo
responde: Y con tu espíritu. Y
enseguida el sacerdote, juntando de
nuevo las manos y poniendo enseguida la
mano izquierda sobre el pecho y elevando
la mano derecha añade: La bendición
de Dios todopoderoso y, haciendo la
señal de la cruz sobre el pueblo,
prosigue: Padre, Hijo y Espíritu
Santo, descienda sobre ustedes;
todos responden: Amén. En ciertos
días y ocasiones, esta bendición, según
las rúbricas, se enriquece utilizando
una oración sobre el pueblo u otra
fórmula más solemne. El Obispo bendice
con una fórmula adecuada haciendo tres
veces la señal de la cruz sobre el
pueblo. Enseguida el sacerdote, con las
manos juntas, añade: Pueden ir en
paz. Y todos responden: Demos
gracias a Dios” (IGMR 166-168).
“Dicha la Oración después de la
comunión, el diácono da breves avisos al
pueblo, si hay que darlos, a no ser que
prefiera hacerlo personalmente el
sacerdote. Si se usa la oración sobre el
pueblo o la fórmula de bendición
solemne, el diácono dice: Inclínense
para recibir la bendición. Una vez
dada la bendición por el sacerdote, el
diácono se encarga de despedir al pueblo
diciendo, con las manos juntas y
dirigido al pueblo: Pueden ir en paz.
Luego, juntamente con el sacerdote,
venera el altar besándolo, y haciendo
una inclinación profunda, se retira en
el mismo orden en que había llegado” (IGMR
184-186).
“Acabada la celebración de la Misa, el
acólito y otros ministros, juntamente
con el diácono y el sacerdote se dirigen
procesionalmente a la sacristía de la
misma manera y orden en que habían
llegado” (IGMR 193).
- Ver nota #24.
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