Corazones Consagrados - Dignidad de la mujer

“La Dignidad de la mujer"
Diácono Vicente Moreno, miembro de la Familia de los Corazones Traspasados de Jesús y María.
 
 
 
 

Es este un tema controversial que ha sido analizado atrevés del tiempo en foros religiosos, civiles, políticos, culturales, etc. sin que se haya logrado establecer firmemente la dignidad de la mujer como un derecho inalienable, como un derecho inviolable e indiscutible. Uno de los evangelios proclamados en nuestra iglesia durante la celebración de la cuaresma pasada, fue el Evangelio de San Juan, 8,1-11, en el cual se narra la historia (no parábola), de la mujer “sorprendida” en adulterio, y la cual fue presentada ante Jesús para que fuera Él quien la juzgara. Bien sabemos el desarrollo de ese juicio, y sobre el cual simplemente deseo destacar y poner de manifiesto la sentencia de Jesús con la cual, no solo desconcertó a los acusadores, sino que con su sentencia restableció para siempre la dignidad de la mujer. Antes de reflexionar sobre la conducta de Jesús y como El, enfrentándose al establecimiento de la época, restituyo para la mujer la dignidad perdida., veamos sucintamente las circunstancias socio-religiosas que afectaban a la mujer en el tiempo en que vivió Jesús y así comprenderemos el mensaje evangélico.


En su magistral obra la “Vida y Ministerio de Jesús de Nazareth”, el Padre José Luis Martín Descalzo, nos cita el concepto que sobre la mujer tenían reconocidos autores, noción que estructuraba las normas y leyes que gobernaban el comportamiento y trato de las mujeres; veamos algunos de estos conceptos:

Aristóteles: La mujer es un ser defectuoso e incompetente
Eurípides: La mujer es el peor de los males
Galio: Las mujeres son un mal necesario
Pitágoras: La mujer fue creada del principio negativo que creó el caos y las tinieblas, el hombre nace del principio positivo que genero la luz y el orden
Cicerón: Si no fuera por las mujeres, los hombres conversaríamos con los dioses permanentemente
Epiceto: La mujer es solo una delicia para el paladar
Filón: La vida pública con sus decisiones, negocios, guerras y paz son cosas de hombres.
Rabí Simeón Jodachi: el nacimiento de un hombre era motivo de alegría, el de la mujer era de luto
Rabí Jicak: Cuando nace una mujer nada bueno viene con ella. La mujer es fuente de problemas. Mucho mejor sería que la ley desapareciera entre las llamas que darla a una mujer. La educación es solo para el hombre y no para la mujer.
Un epitafio romano sobre la tumba de una mujer leía: “Se quedo en casa a hilar lana, cuidar los hijos y servir. Era ese su deber”
Adicionalmente, en Israel los hombres deberían orar tres veces al día diciendo: “Bendito seas tu Señor porque no me has hecho gentil, mujer o esclavo.” En materia de actividad ciudadana, las mujeres no eran sujetos de derecho, ni podían ser testigos, ni tener representación alguna en la vida de negocios o social. Es este el contexto en el que el Divino Maestro fue puesto a prueba por los fariseos y doctores de la ley. Si Jesús condenaba a la mujer, entonces seria tildado de incongruente con su mensaje de amor y comprensión del pecador y del marginado; por otra parte, si de parte de Él había un perdón, entonces su actuación contradecía la ley de Moisés que sentenciaba a la lapidación a la mujer encontrada en adulterio. Es oportuno aclarar que esta ley era una de tantas normas adicionales que el pueblo irredento agregaba a los Mandamientos dados por Dios a Moisés en el Monte Sinaí.


En el pasaje evangélico, se nos dice que Jesús callaba y que inclinado en el suelo escribía con el dedo “algo” que muchos exegetas piensan que eran los pecados de los acusadores de la mujer, o quizás fueran los pecados en que en el futuro incurriríamos los hombres. Personalmente encuentro de gran validez exegética el comentario de un autor que afirmara que Jesús escribía en el suelo, con el mismo dedo de Dios (El es Dios), los mandamientos esculpidos en la piedra dada a Moisés, Éxodo 31:18. “…después de hablar con Moisés en el Monte Sinaí, le dio las Tablas de la Ley, Tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios”, pero en esta oportunidad, Jesús como Dios, escribía los pecados de la mujer, en la arena, para que fueran “barridos” por el viento, prefigurando de esta manera el Sacramento de la Reconciliación, sacramento que El instituiría para nuestro bien y salvación. Jesús odia al pecado, ama al pecador, pero El no tolera la discriminación que hacían los acusadores de la mujer, quienes en, el pecado de adulterio, solo veían culpable a la mujer, sin tener como pecador al hombre con quien ella adulterara. Esta interpretación nos recuerda que Jesús es Dios, y que El no ha venido a desconocer las Ley de Dios, sino a darle cumplimiento, Jesús interpreta la ley con el espíritu que debe de tener, el espíritu de Dios, no con el espíritu mezquino del hombre que ampara sus crímenes con las leyes y normas de conducta que ellos mismos promulgan y para las cuales busca subterfugios para su propio bien haciendo realidad el adagio popular de que “Hecha la ley, hecha la trampa”.


Jesús da su lugar a la mujer y a los parias, y es así que los primeros testigos que fueron convocados al pesebre de Belén, fueron los pastores, quienes como las mujeres, eran sujetos de desprecio puesto que su labor era considerada propia de marginados sociales. Por su parte, fueron las mujeres quienes sirvieron de testigos “oficiales” de la Resurrección, habiéndoseles dado el privilegio de ser ellas las que dieran la notica a los discípulos. Jesús da un giro histórico al restaurar nuestra humanidad caída y específicamente al restituir la dignidad de la mujer, San Pablo en Gálatas: 3:25-9 bien nos describe la nueva realidad y la nueva relación del ser humano al recordarnos que: “Una vez llegados a la fe, ya no estamos sometidos a la ley, pues, por la adhesión a Cristo Jesús sois todos Hijos de Dios. Porque todos al bautizaros, os revertís de Cristo. Ya no hay mas judío, ni griego, ni esclavo, ni varón, ni mujer, pues vosotros hacéis todos uno, mediante Cristo Jesús”. Si estas consideraciones no son aceptadas como prueba de la dignidad que tiene la mujer, entonces bástese considerar que al escoger Dios a MARIA INMACULADA, para que fuera ella en quien, por obra del espíritu Santo, se encarnara en su vientre virginal nuestro Salvador, ha sido dada de esta manera a la mujer una posición de privilegio inigualable en la creación.


Hoy, desafortunadamente la exclusión de Dios de nuestras sociedades ha dado lugar para que la dignidad de la mujer restaurada por Dios mediante su Hijo, haya sido nuevamente menoscabada y lo que es más doloroso, con la participación activa de la misma mujer, haciendo realidad el concepto descrito por el filósofo Epiceto para quien la mujer era solo “una delicia para el paladar.” Es hora de que nuevamente demos el lugar apropiado a la mujer, llevando a la práctica el concepto que literariamente expresará de manera magistral el poeta Víctor Hugo, cuando en su prosa poética titulada “Hombre y Mujer” pone de manifiesto de que hombre y mujer somos iguales en dignidad pero diferentes en cuanto a nuestros deberes.

Veamos a continuación los planteamientos de Víctor Hugo:


Hombre y Mujer

“El hombre es la más elevada de las criaturas,
La mujer el más sublime de los ideales.
Dios hizo para el hombre un trono, para la mujer un altar
El trono exalta, el altar santifica.
El hombre es un templo, la mujer es un sagrario.
Ante el templo nos descubrimos, ante el altar nos arrodillamos.
E hombre es un océano, la mujer es un lago.
El océano tiene la perla que adorna, el lago la poesía que deslumbra.
El hombre es fuerte por la razón, la mujer es invencible por la ternura.
La razón convence, la ternura conmueve.
El hombre tiene un faro, la conciencia, la mujer una estrella, la esperanza.
La conciencia guía, la esperanza salva.
El hombre piensa, la mujer sueña.
Pensar es tener una idea en la cabeza, soñar es tener una aureola en la frente.
El hombre es un código, la mujer un evangelio.
El código corrige, el evangelio perfecciona.
El hombre es un águila que vuela, la mujer es un ruiseñor que canta.
Volar es conquistar el espacio, cantar es conquistar el alma
En fin, el hombre está colocado en donde termina la tierra, la mujer donde comienza el cielo”.
 

Laus Deo

 
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