Corazones de Jesús y María |
"Corpus Christi: “Toda
rodilla se doble…"
Monseñor José Ignacio Munilla, Obispo de Palencia
En la homilía que Benedicto XVI pronunciaba en el Corpus del año
pasado, realizaba una hermosa catequesis sobre el significado de
esta postura corporal en la oración y en la liturgia:
"Arrodillarse en adoración ante el Señor (...) es el remedio más
válido y radical contra las idolatrías de ayer y hoy.
Arrodillarse ante la Eucaristía es una profesión de libertad:
quien se inclina ante Jesús no puede y no debe postrarse ante
ningún poder terreno, por más fuerte que sea. Nosotros los
cristianos, sólo nos arrodillamos ante el Santísimo Sacramento".
En su obra "El espíritu de la liturgia", el entonces Cardenal
Ratzinger daba respuesta a la objeción que juzga que la cultura
moderna es refractaria al gesto de "arrodillarse". Con
clarividencia y profunda convicción afirmaba que "quien aprende
a creer, aprende también a arrodillarse. Una fe o una liturgia
que no conociese el acto de arrodillarse estaría enferma en un
punto central".
El hecho de que en nuestros días se esté extendiendo la
costumbre de permanecer de pie en el momento de la consagración
en la Santa Misa, o de que se suprima alegremente la genuflexión
al pasar ante el sagrario, no parece que sea algo casual o
insignificante. La "herejía" más extendida en nuestro tiempo -la
secularización- no se caracteriza tanto por negar verdades
concretas del Credo, cuanto por debilitar la firmeza de nuestra
adhesión a la fe. Da la impresión de que lo políticamente
correcto fuese creer a "cierta distancia", sin entregar
plenamente nuestro corazón. En el fondo, estamos ante el olvido
de aquellas palabras de Jesús: "Amarás al Señor, tu Dios, con
todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este
mandamiento es el principal y primero" (Mt 22, 37-38).
No podemos olvidar que la adoración es el mejor antídoto frente
al relativismo y que, por lo demás, es indudable que la
genuflexión está estrechamente ligada al acto de adoración: Es
el reconocimiento que la creatura hace del Creador, es la
manifestación humilde de nuestra sumisión ante un Dios
todopoderoso que, paradójicamente, también "se ha arrodillado"
ante nosotros en la encarnación, en su muerte redentora, y en su
decisión de permanecer entre nosotros en la Sagrada Eucaristía.
Mención aparte merecen tantas personas que bien quisieran poder
expresar de rodillas su adoración a Cristo, y que por
limitaciones físicas se han de contentar con hacerlo con una
inclinación u otros gestos de fervor y cariño. ¡Cuántas
lecciones nos dan con su valiente perseverancia, sin rendirse a
sus "achaques"!
Comulgar "a Cristo" y comulgar "con Cristo"
"El segundo mandamiento es semejante a éste: 'Amarás a tu
prójimo como a ti mismo'. Estos dos mandamientos sostienen la
Ley entera y los profetas" (Mt 22, 39-40). En efecto, el acto de
adoración a Dios es consecuentemente seguido del ejercicio de la
caridad con todos los necesitados. Éste es el motivo por el que
la Iglesia ha unido los dos días "más eucarísticos" del año
(Jueves Santo y Corpus Christi), a nuestro compromiso con los
pobres, ejercido especialmente a través de Cáritas.
El acto de comulgar no termina con la recepción del sacramento.
Recurro de nuevo a otras palabras del Cardenal Ratzinger
recogidas en el citado libro: "Comer a Cristo es un proceso
espiritual que abarca toda la realidad humana. Comerlo significa
adorarle. Comerlo significa dejar que entre en mí, de modo que
mi yo sea transformado y se abra al gran 'nosotros', de manera
que lleguemos a ser uno solo con Él".
Por lo tanto, comulgar "a Cristo" supone también comulgar "con
Cristo", es decir, comulgar con todo lo que Él ama, con sus
preocupaciones, alegrías, esperanzas y sufrimientos... de una
forma especial, con sus predilectos, los pobres. Ciertamente,
estamos ante dos señales determinantes para evaluar la calidad
de nuestra participación en la Sagrada Eucaristía: la actitud de
adoración y -fruto de ésta- nuestro compromiso con los
necesitados.
Esta página es obra de Las Siervas de los Corazones
Traspasados de Jesús y María
Copyright © 2009 SCTJM